El plan no importa; planificar, sí
¿Para qué planificar si todo cambia? Una pregunta válida, especialmente en un entorno donde lo único constante es la transformación. Pero hay otra pregunta más reveladora para cualquier líder: ¿qué le pasa a tu empresa cuando no planificas?
En nuestros ocho años acompañando equipos de liderazgo, lo hemos visto muchas veces: cuando no existe una planificación co-construida, los equipos no la sienten propia. Cada líder interpreta las prioridades a su manera y, aunque todos trabajen duro, el resultado es una organización que avanza con fricción, lentitud y desgaste. Es como correr una maratón sin mapa: hay esfuerzo, sí, pero sin dirección clara. Cuando no hay un norte compartido, los líderes se equivocan más, se cansan antes y pierden foco y propósito.
No se trata de tener el plan perfecto, sino de planificar juntos. El general Dwight D. Eisenhower lo expresó magistralmente: “En la guerra, los planes no valen nada… pero planificar lo es todo.” En el mundo empresarial ocurre lo mismo: ningún plan se cumple al pie de la letra, pero el ejercicio de planificar fortalece el pensamiento estratégico, alinea decisiones difíciles y prepara al equipo para adaptarse cuando el contexto cambia.
Phil Knight, fundador de Nike, lo decía de otro modo: “Fail fast.” Su meta no era que todo saliera bien, sino aprender rápido. Planificar te da justamente eso: la estructura para experimentar, fallar y corregir antes de que el costo sea demasiado alto.
En Scaling, usamos una metodología probada que une estrategia y ejecución en una sola página: el PEUP (Plan Estratégico de Una Página). Allí cada líder encuentra una guía concreta para el día a día. El PEUP integra las decisiones de estrategia (cultura, visión, modelo de negocio) con las de ejecución (metas, prioridades colectivas, métricas clave) y se complementa con un ritmo de reuniones que mantiene al equipo alineado, responsable y avanzando con foco.
Un ejemplo real: una empresa agroindustrial con la que trabajamos logró alcanzar en un año el EBITDA que había proyectado para cinco. ¿La clave? Un equipo que dejó atrás el drama operativo y se alineó en torno a pocas prioridades comunes, con un ritmo diario de comunicación entre áreas. No lo lograron con un documento bonito ni con un “team-building” en la montaña, sino cuando la planificación se convirtió en hábito.
Planificar no se trata de predecir el futuro, sino de construir las condiciones para enfrentarlo con coherencia y agilidad.
Por eso, noviembre es uno de los mejores momentos del año para detenerse, mirar con perspectiva y diseñar 2026 con intención. Porque si no planificas, igual trabajarás duro; la diferencia está en si ese esfuerzo te acerca a algún destino o solo te mantiene ocupado.
Planificar no es una apuesta. Es tu mayor palanca para alinear al equipo, ordenar la ejecución y escalar con propósito. El plan no importa; planificar, sí.
Alfonso Mujica
Founder Coach de Scaling