Cuando el líder crece, el negocio despega

¿Y si el verdadero techo de tu empresa no fuera el mercado… sino tú mismo?

A lo largo del tiempo que he acompañado a gerentes generales y equipos en su camino de crecimiento empresarial, hay una realidad que se repite una y otra vez: cuando el líder se estanca, el negocio también. Porque una empresa no puede ir más lejos que la mentalidad de quienes la conducen.

Este principio es parte esencial de lo que Jim Collins define como liderazgo de nivel 5 en su libro Good to Great: una combinación de humildad y determinación orientada a la excelencia en gestión. Y esa determinación no solo apunta a los resultados, sino también al crecimiento personal del líder; a tener la valentía de mirar hacia adentro y hacerse preguntas incómodas:

¿Estoy tomando decisiones desde la estrategia o desde el miedo?
¿Escucho para entender o solo para responder?
¿Estoy realmente dejando espacio para que otros crezcan?
¿Soy un factor de crecimiento o el cuello de botella de mi organización?

La empresa que construyes es, en gran medida, un reflejo de la persona que eres. Como lo expresa Simon Sinek, las compañías que inspiran lo hacen porque tienen líderes conectados con su propósito, capaces de transmitirlo de forma coherente a toda la organización. Y ese propósito no se encuentra en una hoja de Excel: surge del trabajo personal, de conocerse, de identificar lo que te mueve, lo que te duele, lo que te importa. De aquello en lo que quieres dejar huella.

Por otro lado, todo líder ha recorrido una trayectoria de éxito que lo llevó hasta su rol actual. Pero, como advierte Marshall Goldsmith: “lo que te trajo hasta aquí no te llevará hasta allá”. Cada etapa de crecimiento tiene sus propios desafíos. Aferrarse a antiguas formas de pensar y liderar es, muchas veces, el camino más directo hacia el estancamiento. Cada nuevo nivel del negocio requiere una nueva versión del líder.

En Scaling, cuando acompañamos a una empresa en su proceso de escalar, no solo trabajamos sobre prioridades, métricas o reuniones efectivas. También abordamos el estilo de liderazgo: sus hábitos, su claridad, su mentalidad y su energía. Porque un líder ordenado construye un equipo enfocado. Y un líder que crece, hace crecer a su empresa.

El crecimiento sostenible comienza cuando el líder se compromete con su propio desarrollo. Adoptar una mentalidad de crecimiento —como lo plantea Carol Dweck— implica creer que las capacidades personales pueden cultivarse a través del esfuerzo, más allá del talento o las condiciones de partida. Esa apertura es la que habilita la mejora continua y el alto desempeño.

Y lo hemos comprobado una y otra vez: cuando un CEO gana claridad, su equipo gana velocidad. Cuando se ordena, el negocio fluye. Y cuando eleva su estándar, la cultura se transforma. No es magia. Es trabajo interior con impacto exterior.

Si sientes que tu organización ha llegado a un punto de estancamiento, quizás la pregunta no sea:
«¿Qué le falta a mi equipo?», sino
«¿En qué necesito crecer yo?»

                                                     Juan Ignacio Court

                                                   Senior Coach de Scaling

 

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